Capítulo V: Una traición helada.
Trasfondo:
Las victorias y las derrotas iban sucediéndose a lo largo de
la contienda por el planeta Elohim III.
Bravos guerreros perecían en los salvajes bosques mientras otros se
alzaban orgullosos en las desérticas ruinas de las colonias y colmenas. Pero
los líderes de cada una de las facciones no se olvidaba de la razón que les
trajo aquí: los artefactos Halo. Anka Steimberg, la inquisidora del Ordo Xenos
rescatada por los defensores imperiales, recopiló información para conocer el
actual paradero de su compañera Ekaterina Ivanova; la más joven de las
inquisidoras resaltaba sobre los demás gracias a su gran capacidad psíquica,
siendo tan poderosa como para influir en las mentes xenos más influenciables.
La inquisidora Ivanova mandó una señal de socorro desde la
Penitenciaria Vergun, en la helada y desolada provincia de Despero. Siendo uno
de los territorios menos poblados del planeta, Ekaterina encontró oportuno
dirigirse allí en cuanto comenzó la invasión; pese a todo, no esperaba
encontrarse con un motín en la penitenciaria. Junto a los guardias leales del
lugar, se resistieron a caer y los presos, junto a los guardianes corruptos,
abandonaron las instalaciones para intentar refugiarse en las colonias civiles
cercanas. Aun así, el peligro acechaba para la inquisidora y decidió
fortificarse en los niveles más bajos de las edificaciones penitenciarias. Lamentablemente,
la señal de socorro también fue accesible para las fuerzas invasoras que, en
darse cuenta de quién era el emisor del mensaje, rápidamente decidieron ponerse
en marcha hacia el lugar.
Las constantes trifulcas y asperezas entre los ejércitos que
defendían y atacaban Elohim III no hacían más que acrecentarse a medida que
avanzaba la guerra; el Gobernador militar Dimitri Volganov comenzó a ver que
los éxitos cosechados por las fuerzas del Imperio Tau estaban consiguiendo
muchos seguidores de entre los habitantes del planeta, e incluso algunos de los
soldados de las fuerzas de defensa planetaria habían desertado para unirse a la
esperanza xeno. Como fiel al culto del Emperador, y estratega de larga
experiencia, sabía que tarde o temprano debería actuar contra ellos, siempre
antes de que cojan demasiada fuerza y se conviertan en una situación
incontrolable. Quizás tenía razón el Mariscal San Jorge y debió apoyarlo.
Volganov contactó con el Capitán Potras Payback de los Señores del Fuego para
transmitirle sus preocupaciones, evidenciando éste último que se debía actuar
como el Codex Astartes indicaba: con fuego bólter purificador.
El gobernador militar Volganov indicó a los comandantes de los Nopin’tau que debían dirigirse a la provincia Despero lo más rápidamente posible, pues dos objetivos prioritarios debían ser protegidos de las garras de orkos y heréticos: el generador térmico y el centro de adiestramiento Solar Macarius. O’Lucas movilizó con rapidez las tropas para llegar el sector lo más rápidamente posible, mientras que O’Shark se mantuvo pensativo antes de ordenar a sus hombres que se dirigiesen hacia el lugar. Algo le decía que no debían obedecer al líder humano, las instrucciones llegaron en un mensaje sin codificar, como era usualmente. Aun así, planificó su avance y motivó a sus guerreros a que luchasen con gallardía y precaución.
El gobernador militar Volganov indicó a los comandantes de los Nopin’tau que debían dirigirse a la provincia Despero lo más rápidamente posible, pues dos objetivos prioritarios debían ser protegidos de las garras de orkos y heréticos: el generador térmico y el centro de adiestramiento Solar Macarius. O’Lucas movilizó con rapidez las tropas para llegar el sector lo más rápidamente posible, mientras que O’Shark se mantuvo pensativo antes de ordenar a sus hombres que se dirigiesen hacia el lugar. Algo le decía que no debían obedecer al líder humano, las instrucciones llegaron en un mensaje sin codificar, como era usualmente. Aun así, planificó su avance y motivó a sus guerreros a que luchasen con gallardía y precaución.
Los tres kaudillos orkos llegaron a las nevadas tierras con
sus flamantes kamiones de guerra, más rápidos y ruidosos que nunca gracias a la
esclavizada mano de obra humana. El gran kaudillo Ghozzbak ordenó a Er’kan que
se dirigiese a la fuente de energía que dominaba la provincia, el generador
térmico, mientras que a Xurxuc lo mandó al centro de entrenamiento solar
macarius; él se dirigiría a por la inquisidora, Ekaterina Ivanova. Lo que no
esperaba Ghozzbak era encontrarse entre él y la penitenciaria Vergun a unos
Guerreros de Hierro muy hostiles. En cuanto avistaron a los kamiones orkos
abrieron fuego sin contemplaciones. Inicialmente los soldados del kaudillo
intentaron hacer señales de alto el fuego a los marines del caos, pero no
tardaron en darse cuenta que no era una equivocación, más bien una traición.
Aceleraron los motores y Ghozzbak ordenó cargar contra las posiciones de los
guerreros de Superius. Atisbaron una gran figura demoníaca dirigiendo los
disparos, un ser que le recordaba vagamente al silencioso líder de los
Guerreros de Hierro. Ghozzbak enchufó la garra orka pensando en los sopapos que
le daría a ese traidor por sus actos contra sus chicos.
Superius, altivo y orgulloso de su nueva posición, ordenaba
a sus esbirros que acabasen con los orkos. Ahora era el momento de volver a
marcar el terreno, de recuperar el control de esta invasión y tener un
liderazgo que sepa qué es lo que está buscando, y no haga las cosas por pura
diversión. El recién ascendido príncipe demonio sentía como los dioses oscuros
le sonreían, y cada orko que perecía era un tributo para ellos.
Imotekh, de la dinastía Sautekh, se hallaba alzando a los
antiguos guardianes de Elohim III; pese a que las guaridas habían sido
deterioradas por el clima y el tiempo, aquellos guardianes se mantuvieron en
excelentes condiciones mientras esperaban que algo les despertase. Su llegada a
este planeta fue fortuita, ya que se encontraba casi en el otro confín de la
galaxia. Su dinastía era la encargada de proteger ciertos mundos santuarios
donde se ocultaban artefactos que no debían ver nunca la luz de sol, y cuando
Elohim III fue invadido le llegaron las señales de que su presencia era
necesaria en ese lugar. A su llegada ya se había enfrentado a los habitantes
mortales del planeta, y conocía su testarudez; despertaría a todos sus
allegados y pondría fin a la existencia de humanos, orkos y otras razas más
jóvenes.
El líder de los necrones se encontraba en el frío norte, en
unas ruinas que le traían recuerdo de su juventud mortal; bueno, juventud vivida
hace muchos milenos. Cada minuto que pasaba en ese antiguo palacete de la
dinastía Sautekh alzaba a un nuevo soldado de corazón frío y con la robustez de
una roca. Lamentablemente, unos rugidos de motor y un puñado de gritos
primitivos perturbaron el ritual del despertar, e instantes después comenzaron
a iluminarse las ruinosas paredes del complejo con los verdes rayos de las
armas Gauss y los destellos de ráfaga de akribillador. No toleraría más
interrupciones.
Cuando las tropas de Nopin’tau llegaron a los objetivos
establecidos y aseguraron el perímetro, una salva terrible de morteros y otros
proyectiles de largo alcance asoló sus posiciones. Los guerreros del fuego se
resguardaron en las edificaciones y aguantaron la tormenta de plomo que les
estaba cayendo encima. Una vez despejado el cielo, observaron a tropas
imperiales y marines espaciales rodeando sus posiciones y abrían fuego a
discreción. El comandante O’Lucas ordenó cubrirse hasta intentar contactar con
los aliados, siendo una posible confusión; O’Shark no lo dudó una segunda vez:
era una traición nuevamente. Con bravura inició el programa de contingencia y
todas las unidades del ejército del Imperio Tau recibieron la misma orden.
Estaban solos, el Imperio de la humanidad les había traicionado una segunda vez
y lo iban a pagar caro. Las vacías promesas de sus líderes ya eran
insostenibles; buscarían otra manera de volver a su planeta, no sin antes traer
el Bien Supremo a Elohim III.
El kaudillo Xurxuc se dirigía al Centro de Adiestramiento
Solar Macarius cuando contempló esta explosiva trifulca entre pieles rosadas y
pieles azules y decidió meterse donde no se llaman. Aunque la sangre orka le
atraía lanzarse contra tal cantidad de enemigos, su mínima inteligencia le hizo
reflexionar sobre sus posibilidades de salir victoriosos: escasas. Agarrando la
radio orka de su ruidosa moto, el kaudillo ordenó reagruparse y dirigirse al
Centro Penitenciario Vergun y dar apoyo al kaudillo Ghozzbak; su superioridad
haría que esta vez no fallase en secuestrar a esos escurridizos inquisidores. Lamentablemente las tropas de Ghozzbak fueron sorprendidas
por el ahora príncipe demonio Superius, y Xurxuc no tuvo más remedio que
aprovechar todo esta confusión y pisar más fuerte los aceleradores de sus
vehículos. Cuando ya casi alcanzaban su objetivo, el bramido de motos marines
espaciales perturbó el precioso retronar de los motores orkos: “¡Ángelez
Ozcurosz!”. La fuerza de intervención rápida del Capitán Paccael interceptó la
partida de guerra orka, obligándoles a frenar su avance hacia la posición de la
inquisidora Ekaterina Ivanova. Rápidamente los disparos de akribillador y de
bólteres se cruzaron en el campo de batalla y las ruinas industriales fueron
los testigos de una cruenta escaramuza entre los ejércitos más verdes de la
galaxia.
Las tropas de los Templarios Negros, guiadas por el Mariscal
San Jorge, se mantuvieron ajenas a los enfrentamientos en esta provincia, dando
un respiro a sus tropas ya que las dos últimas derrotas los habían dejado
exhaustos, y con la moral por los suelos. Además de que la batalla espacial se
intensificó y tuvo que poner toda su atención en la defensa orbital de Elohim
III. Para su sorpresa, los cuatro miembros del Officio Assassinorum seguían
desplegados en la superficie terrestre, y su localización era desconocida.
Objetivos:
Ghozzbak no permitiría que los Guerreros de Hierro de
Superius entorpecieran sus planes de invasión, así que decidió que en ese
combate le enseñaría quién es el que manda en el planeta, por mucha ascensión
demoníaca que tenga. El líder de los marines espaciales del caos quería
recuperar el control de la invasión y para ello debía someter a la cabeza
“pensante” de los orkos, o al menos a aquel que más caso hacían. Con los
regalos de los dioses del caos, su orgullo y arrogancia no le permitían
fracasar en este intento, y así poder ofrecerle a Khorne la calavera del
kaudillo de la horda orka.
Imotekh y Er’kan se vieron las caras en territorio necrón;
el orko saqueador de tumbas milenarias no saldría de ese complejo xeno sin al
menos sacar algo de provecho, ya que si Ghozzbak se enterase de su cambio de
planes le caería un buen garrazo. El líder necrón, en cambio, sintió que era un
buen momento de probar el talento de sus guerreros alzados, de aquellos que se
acababan de despertar y necesitaban un poco de acción para ponerse a punto y
reconquistar el planeta. Los cuerpos metálicos estaban casi congelados por las
bajas temperaturas y un poco de calor no les iría mal. Imotekh sabía que tarde
o temprano se alzaría una tormenta de nieve, debía despachar rápidamente a esos
invasores y teletransportar a sus tropas a un lugar seguro.
Pese a que no se recibieron informes del estado de la
inquisidora Ekaterina Ivanova, los Ángeles Oscuros del Capitán Paccael llegaron
justo a tiempo para interceptar la partida orka del kaudillo Xurxuc; tras el
fracaso combatiendo a los necrones, el comandante de los marines espaciales
quería descargar toda su furia contra estos xenos que tanto problemas le
estaban trayendo a Elohim III. La inquisidora tenía información importante
sobre la localización de los artefactos Halo, y el avispado kaudillo orko no
dejaría que los imperiales se saliesen de nuevo con la suya; además, hacía
tiempo que no aplastaba astartes y le gustaba como se retorcían de dolor dentro
de la servoarmadura cuando las cruje con su garra de combate.
Condiciones de
victoria:
En las Ruinas Xenos M545 se escondía un gran arsenal de
maquinaria de guerra necrona totalmente desactivada, y que necesita ser puesta
en marcha mediante ritos especiales de la dinastía Sautekh. Aun así, si algún
ejército que no sea necrón llegase a alcanzar estos depósitos, encontraría
materiales que pueden ser fácilmente transformados para un uso más
convencional, además de asestar un duro golpe a los guardianes del planeta.
Victoria estratégica: controlar las Ruinas Xenos M545.
El Generador Térmico Despero II sigue en marcha pese a las
inclemencias del tiempo y de la escalada del conflicto por todo el planeta.
Hasta ahora había sufrido pocos bombardeos, pero desde que la inquisidora se
ocultó en esta región, todo han sido problemas para el complejo energético; los
operarios que mantenían la planta se han marchado y sin un adecuado control
podría producir una catástrofe a nivel planetario. Aunque, si se recupera el
mantenimiento del generador, podría aportar una ilimitada energía a mucho del
armamento imperial, o Tau.
Victoria económica: controlar el Generador Térmico Despero
II.
En el Centro de Adiestramiento Solar Macarius no se
encuentran demasiados soldados, pero se han refugiado muchos ciudadanos
adinerados de Elohim III. En tiempos de guerra los créditos imperiales no
tienen mucho valor, pero aún hay ciertas fuerzas armadas que por ingentes sumas
de riquezas están dispuestas a defender a quien sea necesario. Estas personas
son muy influyentes en diferentes esferas de la sociedad imperial, y su
salvación garantizaría ciertos favores en algunas colonias y ciudades colmena.
Victoria civil: controlar el Centro de Adiestramiento Solar
Macarius.
Ghozzbak no está dispuesto a ceder su liderazgo en esta
invasión, y más viendo los resultados obtenidos cuando estaba al mando el señor
del caos Belial de la Legión Negra. Por ahora la mentalidad orka había
funcionado mejor y por muy demoníaco que se haya puesto Superius, eso no
significaba nada. En cambio, el príncipe demonio de los Guerreros de Hierro si
creía que un cambio de estrategia era la más adecuada, y enfrentarse
directamente al kaudillo orko era la forma de demostrar su superioridad ante el
resto de los orkos.
Victoria heroica: Enfrentamiento entre Orkos y Guerreros de
Hierro.
Alcanzar a la inquisidora Ekaterina Ivanova es el gran
premio de esta provincia. Sus capacidades psíquicas podrían sugestionar a los
orkos y al Imperio tau para que se replanteasen sus ideas, o si cayera en las
manos equivocadas podría ser corrompida por el mismísimo Tzeentzch. En
cualquier caso, Ivanova debe ser recuperada y la información de los artefactos
Halo protegida del bando enemigo.
Victoria narrativa: Proteger/capturar a la Inquisidora
Ekaterina Ivanova en el Centro Penitenciario Vergun.
Emparejamientos:
Ruinas Xeno M545: Juan (Orkos) vs Carles (Necrones).
Generador Térmico Vespero II: Gallen (Astra Militarum) vs Shark (Imperio Tau).
Centro de Adiestramiento Solar Macarius: Potras (Marines Espaciales) vs Lucas (Imperio Tau).
Centro Penitenciario Vergun: Xurxu (Orkos) vs Ángel Lucas (Ángeles Oscuros).
Batalla Heroica: SuperK (Guerreros de Hierro + Necrones) vs Mephisto (Orkos).
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada