diumenge, 27 de desembre del 2015

[WH40K] Orkos vs Marines Espaciales




El Whaaagh del kaudillo Xurxuc (Orkos) vs Señores del Fuego (Marines Espaciales)

Batalla entre Xurxu y Sgt. Potras por el sector A3

-¡Kaudillo, mi kaudillo Xurxuc! ¡Lo hemos encontrao! 

–Jaleó un cansado orko de tanto correr. -¡Buahahaha! Zi, no hay nada mejor que ir de kompraz dezpuéz de una buenaz tortaz. 

El gran kaudillo soltó a un lado el cuerpo inerte de uno de los marines espaciales que defendían la fortificación. Se rascó la cabezota verde de pensar y observó cómo sus chicoz acababan con los últimos focos de defensores.

-¿Ke hacemos kon él, kaudillo? Loz chicoz tienen propueztaz para hacerle algo divertido. 

-Máz vale que pueda hablar kuando yo llegue, malditoz bastardoz. Zi no kereiz kagar tornilloz de megaarmadura durante díaz. ¡Azí que no aticeiz mucho a nuestro anfitrión! 

Xurxuc estaba más que feliz, estaba exultante. Todo le había salido a la perfección hasta ahora: la alianza con los marines con pinchos y sus buenas promesas de peleas y explosiones. Y no contento con eso, ya había entrado en acción en ese miserable planeta. Mientras sus aliados luchaban y sus vísceras eran derramadas por los campos de batalla, al Kaudillo le fue asignado atacar la capital de la provincia, la colonia fortificada de Antares. Una gran oportunidad para demostrar a esos imperiales de que pasta están hechos los orkos. 

Un destacamento de marines espaciales rojos y amarillos, “Zeñorez del fuego”, defendían el asentamiento, pero Xurxuc Petacaraz los había reducido en batalla irrumpiendo salvajemente y dejando a los blandengues ciudadanos a merced de sus chikoz verdes. La distracción que se había planeado en los otros sectores funcionó perfectamente. Los defensores salieron a proteger los enclaves económicos y civiles de alrededor y dejaron las fuerzas justas para que el kaudillo se lo pasara bien y consiguiera su propósito. Con este gran éxito demostró que era el, palabras textuales, “máz xulo y molón entre los ojalataz, loz tipejoz con pinchoz y loz otros meketrefez verdez”. 

Se dirigía rápidamente hacia el búnker del gobernador mientras se le dibujaba una sonrisa de mejilla a mejilla. De todos los saqueos posibles, tener a ese tipo tan importante y un poco de tiempo para interrogarle era el mejor regalo de no cumpleaños para un orko. 

-¡Kaudillo! ¡Ezte ez el gobernador! – Dijo Dregg, señalando con su dedo mugriento al hombre encadenado entre garrapatos.

-No me matéis, ¡por favor! ¡Oh, kaudillo, puedo ser muy útil para ti! ¡Si me matas no sabrás donde se esconden los inquisidor… ¡plaf! –Xurxuc le soltó un garrazo al gobernador para que se callara, aunque siguió gimoteando por unos momentos. Los orkos que se congregaron en el lugar comenzaron a murmurar. 

-Kaudillo, ez injuzto ke tu puedaz atizarle y nosotroz no. –Espetó dregg, con un hilo de voz, entrecortada por el miedo y el respeto a su jefe. 

-¡A kallar, kantamañanaz! Yo zoy el jefe y le pego kuando kiero. ¿Kierez una buena torta también, Dregg? – El orko negó con la cabeza efusivamente y retrocedió para meterse en el tumulto de orkos. 

El Kaudillo Xurxuc Petacaraz volvió a recuperar la atención del gobernador, se acercó a él con andares arrogantes y ahuyentó a los garrapatos que comenzaban a morderle las botas al humano blandengue. 

-En kuanto a ti, Lucreziuz Loc… Loch… Lokezea. En kuanto a ti, máz te vale ke me guzte lo ke digaz, o mi garra hablará por mí. 

Después de unos minutos de interrogatorio, golpes, gritos, lágrimas, sangres y derramar otras sustancias corporales poco dignas, el kaudillo dio órdenes a sus tropas. Hizo llamar a Mukk el matasanos y a Urg el “Aflojatuercaz”. Xurxuc quería que el gobernador se llevase un recuerdo de su visita y tuviera unas buenas vistas en el momento que sus chicos abandonasen la colonia saqueada. 

Los orkos del Whaagh de Xurxuc asolaron el asentamiento con pintadas por todas partes, usando pintura, sangre de garrapato y fluidos propios. Mientas, el matasanos le dejó un buen recuerdo a Lucrecius Lochfinn, un tatuaje donde ponía “Xurxuc eztuvo akí”, agradeciendo su colaboración. Por supuesto, se le iba a infectar. Después cogieron al gobernador y lo ataron a uno de los cohetes que Urg había saqueado de los imperiales, y evidentemente mejorado. Justo antes de partir, Urg le ofreció al Kaudillo un pulsador con un gran botón rojo. Con gozo y alegría, Xurxuc apretó tan fuertemente el dispositivo que lo rompió con sus dedos morcillones, pero eso no impidió que no funcionase.

Una gran humareda se levantó en el lugar, obstaculizando la visión de todos los orkos presentes. Retumbó el suelo y ese “kohete gubernamental” comenzó a alzarse por los cielos.

Los gritos de Lucrecius Lochfinn fueron ahogados por el ruidoso rugido del misil y el rostro de absoluto terror desapareció para dejar paso a una momentánea inconsciencia. Cuando llevaba veinte segundos de ascenso, uno de los alerones añadidos por los orkos se despedazó y provocó que el cohete hiciera un giro inesperado. Una gran explosión culminó el espectáculo repartiendo trozos de chatarra y gobernador a partes iguales. Todos los chikoz de Xurxuc se quedaron boquiabiertos. 

-¡Urg! ¡Inepto! ¿No kitazte loz explozivoz del kohete? –gritó el kaudillo, mostrando una cara de evidente enfado. 

-Lo ziento, jefe. Kon laz prizaz no me akordé de kitarloz. – El secuaz tragó saliva- tampoko penzé ke ze alzaría… 

Xurxuc se rascó el cogote, pensativo. Volvió a mirar el cielo y acabó esbozando una sonrisa en su cicatrizada cara. 

-No pasa nada, Urg. No esperaba menos de ti. ¡Anda, vámonos! La función ze ha terminado y esto ze va a llenar de ezcoria imperial en kualkier momento. 

“Nozotroz, loz hacha zangrienta, hemos aprendido mucho de los humanejoz. Por ejemplo, la mejor forma de matarloz” KaboSnagbrat de los comandos Kuchillofuerte.

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